viernes, 13 de diciembre de 2013

Cuesta...

Ya hemos llegado al fin de semana. La verdad, ha sido una larga semana de estudio y entre las clases, las horas de biblioteca y las miles de cosas que tengo en mi día a día, no he parado ni un momento. Menos mal que no estoy estudiando una carrera especialmente dura porque, si no, dudo que me diera tiempo a todo. Aún así llego al viernes con mucho cansancio acumulado y con la perspectiva de un largo fin de semana de estudio por delante, así que hoy no me apetece ser positiva. No me apetece dar bonitos consejos ni alegres esperanzas, hoy me apetece quejarme y, como es mi blog, pues voy a hacerlo. Hoy el protagonista va a ser el egoísmo.

Y entre tantas cosas que no me gustan y de las que podría ponerme a hablar mal he elegido el egoísmo porque creo que se lleva la palma. No me gusta nada. Pero nada de nada. Vamos que lo odio, que no lo aguanto. Creo que son muy pocas personas las que se libran de este acompañante, yo desde luego no soy una de ellas. El egoísmo está demasiado presente en nuestra vida. Tenemos la costumbre de pasarnos el día pensando en nosotros mismos, de no mirar más allá de nuestras narices y lo peor es que no lo hacemos por maldad, sino por costumbre. Nos centramos en nuestros problemas, en nuestras alegrías, en nuestro futuro, en nuestras cosas. Todo esto es lo que verdaderamente nos importa y, luego ya, si nos viene bien, pensamos un poquito en los demás.

Es increíble lo que nos cuesta comprender que toda la gente que hay a nuestro alrededor no es solo eso, un aglomerado, sino que son personas. Cada una de ellas es tan importante como yo lo soy para mí misma. Cada persona tiene una vida, tiene sus preocupaciones, sus esperanzas y sus alegrías. Cada una de las personas de nuestro alrededor tiene el mismo valor que tenemos nosotros y cuando hacemos a alguien algo que no está bien sufre igual que sufriríamos nosotros. De ahí eso de “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.

La cuestión es que cuando se trata de los demás todo nos parece mucho más pequeño y mucho más simple. Los problemas de los demás no tienen nada que ver con los nuestros. Vaya, que no les llegan a los nuestros ni a la suela del zapato. Sus tristezas generalmente tampoco son para tanto y cuando se pasan demasiado tiempo alicaídos acabamos tomándolos por sosos, mejor separarnos de ellos no vaya a ser que nos acaben contagiando su depresión.

La cuestión es que hoy en día somos muy individualistas, demasiado. Vamos a lo nuestro, a lo que nos viene bien. Cuando tenemos que convivir con otras personas tendemos más a la competición que a la cooperación. Nos estamos acostumbrando a ser así, a centrarnos en nosotros mismos. De la misma manera, cuando necesitamos a los demás estamos aprendiendo a valérnoslas por nosotros solos, apagando esa necesidad de apoyo. Así, cada vez se hace más duro el convivir juntos, cada vez cuesta más.  

Cuesta trabajar en equipo. Cuesta valorar a las personas como lo que son. Cuesta alegrarse de las alegrías de los demás. Cuesta entristecerse cuando las cosas les van mal (que no compadecerse). Cuesta comprender a los otros. Cuesta anteponer los demás a uno mismo. Cuesta vencer el egoísmo, cuesta mucho.


2 comentarios:

  1. BUF!! pero tu creo que no eras la persona más acertada para hablar de egoísmo!! simplemente publicar esta entrada muestra que no lo eres... que te paras a pensar en los demás por lo menos un poquito y que gracias al blog puedes mostrar lo que sientes. Sigue así primita!! cuanto hay que aprender.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, bueno, no te creas, que el egoísmo nos afecta a todos pero bueno, nunca es tarde para cambiar. Muchísimas gracias por leerme, de verdad

      Eliminar