jueves, 18 de diciembre de 2014

Pequeña de las dudas infinitas

Le miro la cara y lo veo, tiene miedo. Sonríe pero se le nota en los ojos, que no le acompañan. Lo tengo seguro, siente miedo. Tiene miedo a que las cosas se tuerzan, miedo a que todo cambie. Miedo a que, en algún momento, las cosas buenas dejen de ir tan bien. Miedo a sentir que ya no es ella quien controla su vida, sino que ésta pende de millones de hilos, hilos que otros controlan. Miedo a entregarse a los demás al cien por cien y que los otros no le respondan. Miedo a dar todo lo que tiene y que nadie le dé nada de vuelta.

Tiene miedo a sentirse vulnerable, a sentirse pequeña. Tiene miedo a sufrir, miedo a que le hagan daño, miedo a que le dejen herida, miedo a quedarse sola. Siente miedo al pensar que aquello donde ha ido poniendo todo su trabajo y esfuerzo algún día pueda desaparecer. Miedo a apostar todo al mismo número. Y miedo a perderlo.

Tiene tanto miedo que ya ni siquiera lo disfruta y, aquello que debería hacerle feliz, no le da más que quebraderos de cabeza. Se ha olvidado de que ya tiene todo lo que quería, de que ya lo ha conseguido y, ahora, en vez de aprovecharlo, se siente desprotegida. Es insegura, es nerviosa y es muy miedosa. Le falta confianza y le rodea un mar de dudas.

No sé cómo decirle que debe cambiar. No sé cómo hacerle entender que la vida es eso. Arriesgarse, luchar, soñar y, a veces también, perder. Que las grandes cosas vienen de los saltos al vacío, que a veces hay que andar por el borde del precipicio y que el vértigo nunca es una opción. Que para conseguir grandes cosas hay que apostarlo todo, que las cosas nunca se hacen a medias. Que confíe, que sonría, que nunca se olvide de vivir.


“Pequeña de las dudas infinitas…”



sábado, 13 de diciembre de 2014

Postales

Año tras año, siempre que llegaba diciembre y se acercaba la Navidad, comenzaban a llegar a mi casa muchas postales. Postales de familia, de amigos, de personas que vivían lejos y nos dedicaban unas pequeñas frases para desearnos felices fiestas. Me encantaba leer todas, aunque algunas fueran de amigos de mis padres a quienes ni siquiera conocía. Íbamos colocándolas conforme iban llegando en un mueble que hay en el comedor y, para Nochebuena, ya lo teníamos lleno.

Esta es una de las muchas cosas que convierten la Navidad en algo tan especial. Días en que nos acordamos de la gente que nos rodea, de gente que vive cerca y de gente que vive lejos, de personas que vemos todos los días y de personas que no vemos en todo el año. Días en que deseamos felicidad a la gente que queremos y se la deseamos de todo corazón, de verdad.




Pero, de la misma manera, año tras año me he ido dando cuenta de que cada vez iban siendo menos las postales que llegaban a mi casa. El mueble que antes rebosaba de deseos de felices fiestas y palabras de esperanza, cada vez iba teniendo más huecos, se iba quedando más vacío. Este año, por primera vez, no ha llegado ni una sola postal a mi casa. Ni una felicitación de Navidad escrita a mano, con la foto del portal de Belén a un lado y la firma de toda la familia al otro. Se acabó, esta tradición también ha desaparecido.

Ya se ha perdido la costumbre de escribir postales de Navidad, de llenarlas de bonitos deseos y grandes esperanzas. Va pasando el tiempo y se nos olvidan muchas cosas. A veces las más sencillas y más humanas, esas que nos regalan pequeños momentos de felicidad. Esas cosas que llenan la casa de alegría, que hacen a las personas más especiales. Esas simples cosas que sacan a toda la gente una sonrisa, que hacen un mundo más bonito. ¿Por qué siempre las olvidamos?, ¿Por qué aquello que llena de sentido la vida, que nos hace mejores, acabamos dejándolo de lado?






No podemos olvidarnos de lo que siempre ha sido la Navidad. No podemos dejar de desear felices fiestas a la gente que queremos, dejar de acordarnos de los que están lejos. No podemos olvidar lo que siempre han sido estos días. Quiero postales de Navidad viajando por todo el mundo, llegando a gente de la que ya parecía que nos habíamos olvidado. Quiero deseos de felices fiestas a todas horas, quiero palabras de esperanza, quiero villancicos, belenes y turrón. Quiero la Navidad de siempre. Quiero que, entre todos los cambios y transformaciones, esto se mantenga.