Llevo todo el día deseando escribir algo, un
balance del año, lo típico. Y llevo también todo el día creyendo que no iba a
poder, que era imposible, que entre tanta cosa no me iba a dar tiempo. Pero finalmente
lo he hecho, he parado, he respirado y he cogido el ordenador. Me lo merezco y,
sobretodo, este año 2015 se lo merece.
Ha sido un año distinto, muy marcado por el
hecho de que en junio terminé la carrera. A partir de ahí todo cambió. Los planes,
la seguridad, el primer trabajo… todo es diferente cuando se te abren tantas
puertas. Este año por primera vez me he dado cuenta.
Lo mejor de terminar la carrera fue el viaje
de fin de grado, un crucero. Un crucerazo, de hecho. Recorrerse el
Mediterráneo: Cerdeña, Italia de sur a norte, Mónaco y hacerlo con compañeros,
amigos, de los últimos cuatro años es un planazo. Un viaje muy difícil de olvidar.
Viajar, de hecho, ha sido uno de mis
continuos durante este año. Es lo que tiene que tu novio viva a 500 kilómetros
de distancia. No sé bien cuántas horas de autobuses y trenes he tragado durante
estos últimos 365 días, pero muchas, eso seguro. La parte buena, conoces nuevos
lugares de España. Claramente, compensa.
Este año también me ha ayudado muchísimo a
apreciar la palabra amistad. Va pasando el tiempo y voy dándome cuenta de cómo
cambian las personas que tenemos al lado. No a mejor ni a peor, simplemente
cambian y cambia la situación. Ya no importan tanto los grupos, pesan las
personas. Ahora las que se quedan, se quedan de verdad.
He pasado momentos buenos, buenísimos. He visitado
Italia dos veces, he pisado Madrid decenas de veces, he conocido Toledo. He pasado
días con mi familia en el pueblo, me he reído a más no poder. He patinado sobre
hielo, he leído muchísimo y he visto miles de películas. He hecho un crucero,
he perdido un poquito mi miedo a los perros (porque si quiero seguir yendo a
casa de mi amiga Leire no me queda otra). He retomado el blog y ha tenido más
éxito que nunca. Me clasifiqué para la final de la liga con mi equipo, terminé
un trabajo de fin de grado (que me tuvo meses pegada al ordenador) mucho mejor
de lo que me esperaba, me gradué…
También habrá habido cosas malillas, pero si
ahora pienso en lo pasado y no me acuerdo es porque, en su momento, no fueron
tan importantes. Si el balance es positivo, si lo bueno gana a lo malo, si al
recordar sólo me sale sonreír, entonces sólo me queda dar gracias y desear un
2016 al menos tan bueno como este 2015.
Y para daros las gracias por cada día, por
cada momento, por cada instante conmigo, os dejo un texto de Lara Goretti que
es demasiado bueno:
“Gracias a ti, que
me complicaste la vida. Y a ti, que me gritaste a tiempo. Gracias a ti, que
acompañaste a mis sueños, y a ti que los hiciste inmensos. Gracias también a
ti, que me curaste la rabia, y a ti que me dijiste te quiero. Gracias a ti, que
me robaste la sonrisa, y mil gracias a ti que me regalaste las tuyas. Gracias a
ti, que siempre has estado, y a ti que no quieres irte. Gracias a ti, por
contarme tantos cuentos, y a ti por hacerme protagonista indiscutible de ellos.
Gracias a ti, que te fuiste a tiempo, y a ti que compraste mi tiempo. Gracias a
ti, por meterme en tus planes, y a ti por estar en los míos. Gracias a ti, por
ese concierto, y mil gracias a ti por compartir tus secretos. Gracias a ti, por
ese momento, y por supuesto a ti por estar siempre atento. Gracias a ti, por el
mensaje mañanero, y claro a ti por quedarte hasta que me duermo. Gracias a ti,
que comentaste esa foto a tiempo, y a ti que me escribiste un mail con un
corazón inmenso. Gracias a ti, que luchaste con mis miedos, y a ti que no crees
en ellos. Gracias a ti, que sientes por dentro, y mil gracias, mil, mil, mil
gracias a ti… Que me sientes y te siento.”
OS DESEO UN MUY, MUY, MUY FELIZ AÑO 2016,
DE VERDAD, A TODOS.