Aquí y allá me parece una buena
manera de resumir mi verano y, a la vez, no me gusta demasiado. Podría
referirme a la suerte que he tenido de hacer viajes, tener vacaciones y
disfrutar con toda la gente que quiero. Pero creo que hoy hablo más bien de mi
casa o de ese lugar en el que me siento como en casa. Aquí y también allá.
Supongo que no soy la única a la
que le pasa, supongo que todos los que llevan un tiempo viviendo lejos lo han
pasado alguna vez. Podría decir que ahora mismo tengo la suerte de tener dos
lugares en los que me siento en casa, pero eso también me hace sentir que
siempre me falta algo. Lo que está allá cuando yo estoy aquí y lo que se queda
aquí cuando yo me voy allá.
Y así me he pasado el verano.
Haciendo maletas, yendo y viniendo, echando de menos… A veces siento que vivo
echando de menos y que me es imposible tener cerca a todo el mundo que me
gustaría. Me gusta sentir que puedo volver a mi casa cuando quiera y que ahí
está mi familia. Me gusta sentir que el hecho de que mis amigas vivan
repartidas por el mundo es la excusa perfecta para viajar. Pero la realidad es
que cuando lo necesitas hay que recurrir al teléfono para mantener una
conversación y que, estés donde estés, siempre te falta alguien.
Me encuentro a dos días de volver
a la que es mi casa durante el curso y empezar de nuevo. La gente me pregunta
si me da mucha pena irme otra vez y la verdad es que no. Tengo ganas, porque
también tengo vida allí y llevo dos meses lejos. Pero sé que cuando lleve una
semana allá también me apetecerá volver.
Si os digo la verdad, me parece
una suerte contar con dos casas y echar de menos gente. Hace dos años aprendí
que todos los lugares tienen algo bueno y que sólo tienes que buscarlo para
darte cuenta de que las oportunidades suelen ser regalos de la vida y que en
todos lados se pueden encontrar personas que merecen mucho la pena.
Me despido desde aquí, volveré a
escribiros desde allá.
¡Feliz fin del verano! Septiembre
nos espera…