jueves, 25 de septiembre de 2014

Pequeños mundos

Me pregunto a menudo cuánto puede esconderse detrás de una mirada, cuánto puede haber tras una sonrisa, qué puede arrastrar una sola palabra, todo lo que hay en el interior de una persona. Cada uno somos pequeños mundos, cada individuo lleva consigo una vida, distinta, diferente, suya.




No hay mayor privilegio que el que alguien decida abrirnos las puertas de su mundo y nos regale el ser, también, partícipes de él. Pocas veces somos conscientes de la suerte que tenemos cuando alguien nos muestra todo eso que lleva dentro, cuando nos permite conocerle y, poco a poco, va dándonos pequeños trocitos de cuanto es.

Nada hay más valioso que la vida de una persona. Nada hay mejor que el formar parte de ella. Todo el mundo tiene su propio pasado, sus aventuras, sus pequeños secretos. Nadie conoce a una persona al primer día. Nadie le conoce al segundo, ni al tercero. En verdad, nunca dejamos de conocernos. Siempre hay sorpresas por descubrir, nadie se desvela de golpe.

No hay personas más valiosas que otras, simplemente diferentes. No hay nadie que no se merezca no ser escuchado o no ser conocido. Todo el mundo tiene algo que le hace ser especial, ser uno mismo. Por eso, hablar con una persona, compartir cosas, nunca es perder el tiempo. En realidad, es invertirlo. Porque no hay nadie sin nada por enseñar, todos guardamos cosas dentro. Detrás de una mirada siempre hay algo, tras una sonrisa o junto a una palabra.

Tener la oportunidad de que alguien nos abra todo su mundo, con sus virtudes, sus defectos, sus rarezas, sus ilusiones, sus miedos, sus sueños… Es un regalo. Nadie vive su vida aislado, no somos islas. Todos elegimos algunas personas para formar parte de nuestra vida y, si sabemos comportarnos, entonces algunas nos elegirán para formar parte de la suya. Y es que, al final, no hay nada mejor que el vivir tu vida contando con personas que la quieren como si de la suya se tratara.




Por esto es por lo que nada hay peor que menospreciar a alguien, nada hay peor que sentirse superior a otras personas, nada hay peor que el creer que hay vidas que valen menos que la propia. Curiosamente, cada vida es lo más valioso que tenemos, pero nunca es más valiosa que cualquier otra, simplemente es igual.

Las personas somos mucho más que una cabeza, brazos y piernas. Cada persona esconde un tesoro tras ella, una magnífica vida que siempre merecerá la pena de ser conocida. Y, por eso, nadie en este mundo debería ser tratado de menos, porque todos escondemos innumerables y gratas sorpresas.





martes, 16 de septiembre de 2014

Uno mismo

Septiembre comenzado, rutina establecida y curso retomado. Todo es, otra vez, como siempre, y el día a día vuelve a normalizarse. Ya he vuelto a mis tardes de biblioteca que, acompañadas de amigas, se hacen mucho más llevaderas. Hoy la compañía ha sido la de mi amiga Maite y una de las primeras cosas que ha hecho, cuando me ha visto, ha sido preguntarme cuándo pensaba subir otra entrada al blog. Yo, como siempre, le he contestado que cuando me llegue la inspiración. Sin embargo, esto no es del todo verdad. Inspiración tengo, escribir escribo, pero subir… subir no subo, no tanto como antes, y creo que, dándole vueltas, he encontrado la razón.

Antes escribía lo que me venía a la cabeza en cada momento y, después de leerlo un par de veces, lo subía. Ahora no lo subo porque no me convence, porque me pregunto si le gustará a alguien, si alguien se sentirá reflejado, si la gente se aburrirá leyéndolo, si será peor que mis entradas anteriores… He dejado de usar el blog para poner lo que a mí me apetece en cada momento, lo que siento, y he empezado a utilizarlo para poner lo que a otros les gustaría leer, lo que otros esperan encontrar… Y, claro, así no se puede.




A veces me pregunto cómo cambiarían todas las cosas, si decidiera hacerlas en función de lo que yo quiero, y no de lo que otros esperan. No sé si tiene que ver con querer contentar a los demás, con querer cumplir sus expectativas, con gustarles o con caerles mejor. La cuestión es que vivo concentrada en qué pensará la gente si hago una cosa u otra, en qué opinarán, en cuánto les gustaré y, al final, acabo olvidándome de mí.

Me olvido de lo que yo quiero, de lo que a mí me gusta. Me olvido de que no importa quién lea mi blog o quién deje de leerlo, si se siente reflejado o no. A veces se me olvida que lo importante en esta vida no es qué piensen los demás. Se me olvida que esto no es una carrera por encajar mejor o gustar más, que lo importante es ser uno mismo.




Por eso en ocasiones me dan ganas de irme allá donde nadie me conozca, donde nadie espere grandes cosas de mí, donde nadie esté pendiente de qué hago o qué dejo de hacer. Sería todo más fácil si las decisiones que tengo que tomar, sólo fueran cosa mía y si los caminos que decido ir siguiendo, sólo dependieran de mí. Aún así, creo que la verdadera valentía no está en escapar, sino en ser uno mismo allá donde toque estar. Por eso, día tras día, no pienso dejar de recordarme que no importa qué digan los demás, lo único importante es cómo quiero ser yo, con quién quiero estar y a dónde quiero llegar.

El camino es largo y siempre es mejor hacerlo con otras personas, pero con personas que nos acompañen, no personas que nos lleven.  Es importante dejarse aconsejar, pensar en los demás y saber escuchar, pero nunca olvidando que, las verdaderas decisiones, es la propia persona quien las toma. Aprender a ser uno mismo es un gran paso y, sin duda, uno de los primeros si queremos ser verdaderamente felices.



domingo, 7 de septiembre de 2014

Septiembre

Y, al final, tras dos meses de verano, después de las tardes de piscina, paseos por la playa, noches bajo las estrellas, helados, granizados y verbenas en el pueblo, como siempre, acaba llegando septiembre. Que no es el mes en sí, es todo lo que trae consigo. Es ese largo invierno que nos queda por delante, es otro curso entero, son los madrugones, los viajes en autobús… Todas esas cosas que hacen de septiembre un mes poco querido. Sin embargo, ahora, para bien o para mal, nos toca sufrirlo.




A mí septiembre, para qué vamos a mentir, tampoco me gusta mucho. Pero soy de la opinión de que, aunque no podamos elegir las circunstancias que nos ocurren, siempre podemos elegir la actitud con la que les hacemos frente. Por eso mismo, ahora toca darle la vuelta a la moneda y recibir este nuevo curso con un poco de optimismo, seguro que nos trae grandes cosas.

Para empezar, sería totalmente imposible disfrutar de tres meses de verano si no nos hubiésemos pasado los nueve meses anteriores estudiando y trabajando. Y es que, sólo se puede disfrutar del calor si antes has pasado frío, dormir a pierna suelta si llevas meses madrugando, apreciar los paseos por la playa cuando has vivido entre coches y edificios.

En realidad, el verano es únicamente un pequeño paréntesis en nuestro año, como un descanso. Donde verdaderamente construimos, enfocamos y dirigimos nuestra vida es en el día a día. Por eso empezar el curso no es malo, es la mejor oportunidad de seguir avanzando, porque a veces, la única manera de continuar es empezando de nuevo.




Creo que voy a tomar prestada una frase de Jean Paul Sartre que dice 

Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace 

Nada más verdadero e importante. Es verdad que da pereza, es verdad que cuesta empezar de nuevo. Que no es el lunes, es el lunes seguido por el martes, el miércoles y el jueves, es una semana tras otra, pero es lo que ahora toca. Y, como no podemos hacer nada ante la llegada del nuevo curso, qué mejor que cogerlo con ganas.




Por eso, ya que tenemos que ir a clase, vamos a hacerlo con una sonrisa. Ya que tenemos que volver a cruzarnos con compañeros por los pasillos, vamos a saludarles. Ya que hay que empezar a estudiar de nuevo, vamos a cogerlo con ganas. Cuesta lo mismo hacer las cosas bien que hacerlas mal, cuesta lo mismo levantarse de la cama feliz que enfadado. Septiembre ha llegado pero, ya que nos da la oportunidad de elegir cómo queremos comenzarlo, vamos a hacer una buena elección. A fin de cuentas, este curso que nos llega por delante no está escrito y acabará siendo lo que nosotros hagamos de él, aprovechemos al máximo esta oportunidad.


“Y que septiembre no nos quite la ilusión jamás”