domingo, 31 de enero de 2016

Adios enero. Adios.



“Dejarse llevar. Dejarse llevar… y bailar”





Adiós enero. Adiós.

Sí, ya lo sé, que todavía no te has ido del todo, todavía sigues un poco más, pero para mí ya has terminado. El viernes de hecho arranqué la hoja del calendario. Ayer y hoy no sé qué será pero para mí empieza algo nuevo.

No ha sido un enero fácil. Se me ha hecho cuesta arriba, muy cuesta arriba, y empinado, de eso que da vértigo mirar hacia atrás y, si miras hacia delante, no puedes ver el final. Pero ahora lo tengo claro, todo lo que sube, baja. Sé que aún me queda un último empujón, pero se ve la cima y eso ya se mira con otros ojos.

Febrero será bajada, estoy convencida. Una vez llegado hasta arriba seguro que las vistas son espectaculares y después… después ya sólo queda dejarse llevar. Bajar siempre es más fácil. Dejarse llevar y bailar.

Lo bueno de todo esto (porque todo tiene su lado bueno) es que enero me ha permitido replantearme un poco todo para este nuevo año. A veces se nos va un poco el norte, nos olvidamos de lo importante, de lo que nos hace felices, de lo que nos llena… Y se nos va un poquito la vida con todas esas cosas que nos van llenando el día a día y que hacen que lo urgente, al final, no deje sitio para lo importante.

A veces viene bien parar, mirar alrededor, pensar...

Yo, entre una cosa y otra, este mes he tomado varias decisiones. Algunas cuestan mucho. Mucho, mucho, muchísimo. Pero al final merecen la pena. Estamos para vivir y a veces se nos olvida. Para ser felices, para disfrutar, para querer y para ser queridos. Lo importante es lo importante.

Gracias enero. Gracias porque, en el fondo, me has hecho aprender mucho.

Y me despido. Si me veis este mes de febrero estaré disfrutando, riendo, dejándome llevar un poco y, sobretodo, bailando. 

viernes, 15 de enero de 2016

Y de repente...



Y de repente ocurre.















Ayer me decía mi amiga Uxue que escribiera un nuevo post sobre cómo de un día a otro puede cambiarte la vida. Ella tiene sus razones para decírmelo, este curso tras mucho tiempo buscando trabajo sin éxito decidió irse a Londres y hacerse ahí una vida cuando, por aquí, no había manera. Hace unas semanas volvió para pasar aquí las navidades pero el dos de enero, con maletas hechas y largas despedidas, cogió un avión para retomar su rutina inglesa. Sin embargo, a principios de esta semana recibió una llamada que trastocó todos sus planes. Le ofrecían un trabajo aquí, al lado de casa, de lo que ella había estudiado, para seis meses… No había alternativa, tocaba dejar todo lo que había hecho ahí y volver. De repente, todo había cambiado.

Igual que le ha pasado a ella nos puede pasar a cualquiera, nadie sabe cómo van a venir las cosas, ni cuándo, ni por qué… Nadie sabe si todo va a seguir así o puede cambiar de golpe, de un día a otro, de un momento a otro. A veces te cansas de esperar, de estar quieta, de que nada llegue, como le pasó a Uxue. A veces parece que la mejor opción es recoger todo y empezar de cero. Y sí, a veces lo es, a veces no queda otra.

La cuestión no está en quedarse aquí o irse ahí. La cuestión está en moverse y en no perder nunca la esperanza. Las cosas llegan, tarde o temprano. Las cosas ocurren, tarde o temprano. Hay ocasiones que da la impresión de que siempre les pasa todo a las mismas personas y a otras, en cambio, no hay forma de que les toque nada. Pero toca, ocurre y llega.

Nunca sabemos si todo va a seguir igual o si todo va a cambiar. Las cosas pueden derrumbarse por completo un día y reconstruirse totalmente al mes siguiente. Nadie sabe qué va a venir, por eso hay que vivir día a día y nunca, nunca, nunca, perder la esperanza. Creo que esta es una de las cosas que más me gustan, el no saber qué va a ocurrir, el tener tantas opciones abiertas sin saber cuál se cumplirá. De normal suelo ser bastante positiva y no sé por qué me da por pensar que, pase lo que pase, pasará lo mejor. 



domingo, 10 de enero de 2016

Lo que ha de venir

“Viento del este y niebla gris anuncian que viene lo que ha de venir. No me imagino que irá a suceder más lo que ahora pase ya pasó otra vez.”


Siempre se me ha dado bien empezar. Empezar un libro, el curso, las vacaciones. Empezar un helado, una conversación, un viaje. Comenzar un nuevo proyecto, una nueva etapa, empezar a reír. Los principios me gustan y siempre los cojo con ganas. Sea lo que sea, si viene de primeras y supone empezar de cero, suscita en mí inmensas ganas de hacer las cosas bien, de hacerlas de la mejor manera posible.

Por eso, no podía ser menos este nuevo año que acaba de llegar con 366 días en blanco por delante. No me gustan los propósitos, no sé exactamente por qué pero nunca los hago y, si los hago, pronto los olvido. Sin embargo, sí que es verdad que con la llegada del nuevo año tomo conciencia de todo aquello que quiero mejorar y me auto-convenzo de que esta vez, por fin, saldrá bien.

Realmente no sé qué me va a traer este año, pero sé que cambiarán bastantes cosas. A partir de ahora cada paso puede suponer un nuevo rumbo y creo que este año los pasos que me va a tocar dar serán gigantes. De momento voy día a día. Mañana me toca volver a la rutina y hoy me siento con energías para hacer cada pequeña cosa de la mejor manera posible.

Sí, me gusta esa frase: de la mejor manera posible. Para mí no hay mejor forma de empezar un nuevo día, una nueva semana o un nuevo año que poniendo ilusión en cada pequeño detalle y haciendo siempre todo…


de la mejor manera posible.