martes, 31 de diciembre de 2013

Nuevas oportunidades

Llegó el 31 de diciembre de 2013. Ante las puertas del nuevo año que se nos presenta volvemos la mirada a éste que ya está terminando. Repasamos días y semanas, todos los momentos vividos. Hacemos balance. Otro año más escrito en la historia de nuestra vida. Un año que habrá tenido momentos buenos y otros no tantos. Para algunos habrá sido un buen año, para otros un año normal, para ciertas personas un año para olvidar. A fin de cuentas, para todos, un año más que marca el camino que va siguiendo nuestra vida.

Pero, no todo es mirar atrás. En este momento no podemos evitar dirigir la mirada hacia delante, hacia este 2014 en blanco que se nos avecina. No sabemos qué nos deparará, no sabemos qué pasará. Podemos tener ilusiones y esperanzas, soñar cosas. También podemos hacer planes para ir llenándolo. Al final, en nuestras manos está lo que hagamos de este nuevo año.

De nada sirve escribir largas listas de propósitos a cumplir si dentro de dos semanas ya hemos olvidado todo. Bien conocida es esa sensación de empezar algo nuevo con grandes ilusiones pero ir perdiéndolas conforme va pasando el tiempo. No debemos olvidar que un año nuevo no es solo eso, otro año, un año nuevo son 365 días. 365 oportunidades de cambio y mejora, 365 oportunidades de que lo que esperamos hoy se haya logrado el 31 de diciembre de 2014.

Sin embargo, quizás nada de esto que esperamos se haya cumplido. Quizás la vida tome unas direcciones hoy inimaginables. ¿Quién sabe?. No tenemos el poder de ver el futuro, pero si se pudiera elegir tenerlo, yo no lo escogería por nada del mundo. Y es que, esto es lo más maravilloso del nuevo año, ser capaces de mirar hacia delante con esperanzas e ilusiones y dejarse sorprender por todo lo que va llegando. ¡FELIZ AÑO NUEVO!

sábado, 28 de diciembre de 2013

Reencuentros

Hace poco escribí sobre el miedo que me da y lo poco que me gusta volar en avión. Sin embargo, a pesar de lo poco que me gusta eso, me encantan los aeropuertos, me gustan muchísimo. ¿Os habéis parado a pensar alguna vez en la de historias que se pueden sacar de un aeropuerto?. Es uno de esos lugares en los que me podría sentar en un banco y pasarme la tarde observando a la gente que está a mi alrededor. Y si hay un día, en especial, en el que me gustan, ese es el día de Nochebuena. De hecho es mi lugar favorito para pasar esa tarde. Desgraciadamente, vivir en una ciudad que posiblemente tenga uno de los aeropuertos más pequeños de todo el país no ayuda. Pero bueno, aún así, ahí estuve yo la tarde del día 24, recibiendo a mi amiga María después de que se hubiera pasado los últimos cuatro meses estudiando en Hong Kong.

La Navidad siempre ha tenido eso de especial, que cada uno vuelve a su casa, con su familia y los aeropuertos son los lugares donde se entremezclan reencuentros, lágrimas, besos y abrazos, los lugares donde las familias se vuelven a completar. Mientras esperaba a María no podía quitarme de la cabeza la canción de “vuelve a casa vuelve, por Navidad”. Año tras año, El Almendro nos trae de nuevo este anuncio y yo no puedo evitar emocionarme cada vez que lo veo.




Los tiempos cambian, todo se renueva, desaparecen unas tradiciones y se crean otras. Sin embargo, siempre hay cosas que continúan, cosas que permanecen. Cada año el día de Nochebuena los aeropuertos se llenan de gente ilusionada por volver a casa y pasar unos días con los amigos y la familia. Y es que, lo mejor de las despedidas es que siempre traen reencuentros.

Así pasé yo mi tarde de Nochebuena, viendo como familias enteras llegaban al aeropuerto. Nerviosos miraban las pantallas y se situaban enfrente de la puerta de llegadas. Y entre tanto llegó María que, sorprendida, sin haberse esperado encontrarnos ahí y con los ojos llenos de lágrimas, vino corriendo hacia nosotras para darnos un largo abrazo. 



jueves, 26 de diciembre de 2013

¿De qué va todo esto?

¡Feliz Navidad a todos! Ya ha llegado mi época favorita del año, la que más me gusta. Me encantan las reuniones familiares y me gusta mucho pensar que prácticamente todo el mundo esté celebrando lo mismo estos días. Una de mis cosas favoritas de la Navidad son los villancicos pero últimamente oigo muy pocos. La gente cada vez canta menos. Sin embargo, el año pasado por estas fechas me pasó algo curioso que quiero compartir hoy aquí. Algo curioso y muy bonito…

Estaba esperando con unas amigas el autobús. Justo se nos había pasado el anterior y teníamos para rato. Era ya de noche y no había gente, así que empezamos a cantar villancicos. En eso estábamos cuando llegó a la parada un matrimonio mayor. En cuanto les vimos dejamos de cantar pero ellos se acercaron a nosotras y nos pidieron que no paráramos, que siguiéramos. Nosotras con un poco de corte reiniciamos otra vez nuestros villancicos pero ellos, sin dudarlo, se unieron y acabamos todos cantando juntos hasta que llegó su autobús. Nos dijeron que así la espera se había hecho más amena, nos desearon una feliz Navidad y subieron al autobús. Nos volvimos a quedar solas y continuamos cantando. Enseguida llegó un señor a la parada. Era bastante mayor, andaba encorvado y con un bastón. Éste no se acercó a nosotras, sino que se quedó a distancia. Nosotras nos miramos por un momento pero, después de lo que nos acababa de pasar, decidimos seguir con nuestros villancicos. Mirábamos al hombre pero se mantenía a lo lejos, con la mirada fija, no se movía, así que nosotras seguíamos cantando, tampoco parecía que le molestáramos. Cuando por fin llegó nuestro autobús e íbamos a subir a él, el hombre despacio se acercó a nosotras. Nos miró y tenía los ojos llorosos. Nos dio las gracias por ese rato y nos deseó una feliz Navidad.

Muchas veces no entendemos muy bien de qué va esto de la Navidad. No pillamos que la Navidad no está en las grandes cosas. No está en las luces, ni en las vacaciones. No entenderemos el sentido de estas fiestas hasta que nos desprendamos de todo lo superficial que las rodea. Yo había oído este tipo de comentarios muchas veces pero hasta el año pasado no me había dado cuenta de ello. Lo mejor de mis Navidades pasadas me pasó mientras esperaba al autobús.

La Navidad tiene que ver con eso, con cosas simples y pequeñas. Que las cosas llamativas no nos hagan olvidar lo verdadero. De esto va la Navidad. De cómo lo más grande se hace pequeño. Pequeño y humilde. Algo tan pobre y sencillo como un niño naciendo en un establo. Feliz Navidad a todos. 

viernes, 13 de diciembre de 2013

Cuesta...

Ya hemos llegado al fin de semana. La verdad, ha sido una larga semana de estudio y entre las clases, las horas de biblioteca y las miles de cosas que tengo en mi día a día, no he parado ni un momento. Menos mal que no estoy estudiando una carrera especialmente dura porque, si no, dudo que me diera tiempo a todo. Aún así llego al viernes con mucho cansancio acumulado y con la perspectiva de un largo fin de semana de estudio por delante, así que hoy no me apetece ser positiva. No me apetece dar bonitos consejos ni alegres esperanzas, hoy me apetece quejarme y, como es mi blog, pues voy a hacerlo. Hoy el protagonista va a ser el egoísmo.

Y entre tantas cosas que no me gustan y de las que podría ponerme a hablar mal he elegido el egoísmo porque creo que se lleva la palma. No me gusta nada. Pero nada de nada. Vamos que lo odio, que no lo aguanto. Creo que son muy pocas personas las que se libran de este acompañante, yo desde luego no soy una de ellas. El egoísmo está demasiado presente en nuestra vida. Tenemos la costumbre de pasarnos el día pensando en nosotros mismos, de no mirar más allá de nuestras narices y lo peor es que no lo hacemos por maldad, sino por costumbre. Nos centramos en nuestros problemas, en nuestras alegrías, en nuestro futuro, en nuestras cosas. Todo esto es lo que verdaderamente nos importa y, luego ya, si nos viene bien, pensamos un poquito en los demás.

Es increíble lo que nos cuesta comprender que toda la gente que hay a nuestro alrededor no es solo eso, un aglomerado, sino que son personas. Cada una de ellas es tan importante como yo lo soy para mí misma. Cada persona tiene una vida, tiene sus preocupaciones, sus esperanzas y sus alegrías. Cada una de las personas de nuestro alrededor tiene el mismo valor que tenemos nosotros y cuando hacemos a alguien algo que no está bien sufre igual que sufriríamos nosotros. De ahí eso de “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.

La cuestión es que cuando se trata de los demás todo nos parece mucho más pequeño y mucho más simple. Los problemas de los demás no tienen nada que ver con los nuestros. Vaya, que no les llegan a los nuestros ni a la suela del zapato. Sus tristezas generalmente tampoco son para tanto y cuando se pasan demasiado tiempo alicaídos acabamos tomándolos por sosos, mejor separarnos de ellos no vaya a ser que nos acaben contagiando su depresión.

La cuestión es que hoy en día somos muy individualistas, demasiado. Vamos a lo nuestro, a lo que nos viene bien. Cuando tenemos que convivir con otras personas tendemos más a la competición que a la cooperación. Nos estamos acostumbrando a ser así, a centrarnos en nosotros mismos. De la misma manera, cuando necesitamos a los demás estamos aprendiendo a valérnoslas por nosotros solos, apagando esa necesidad de apoyo. Así, cada vez se hace más duro el convivir juntos, cada vez cuesta más.  

Cuesta trabajar en equipo. Cuesta valorar a las personas como lo que son. Cuesta alegrarse de las alegrías de los demás. Cuesta entristecerse cuando las cosas les van mal (que no compadecerse). Cuesta comprender a los otros. Cuesta anteponer los demás a uno mismo. Cuesta vencer el egoísmo, cuesta mucho.


martes, 10 de diciembre de 2013

¿Educación?

Hoy se ha publicado la LOMCE, siete años después de que se publicara la LOE, nueve años después de que se aplicara la LOCE. Pues sí, en nueve años hemos tenido tres leyes diferentes de educación.  No voy a detenerme en aspectos políticos porque me dan bastante igual, de hecho la política me preocupa más bien poco. Lo que de verdad me preocupa es la educación.

Hace poco han vuelto a salir nuevos resultados del informe Pisa. Otra vez igual, España por los suelos. Parece ser que se ha estancado, que ni mejora ni empeora, sigue atascada en el mismo sitio desde hace años. Parece ser que nos empeñamos en hacer cambios continuamente, quejarnos de los cambios realizados, aprobar nuevas leyes educativas, protestar contra éstas… Pero esto no cambia, no mejora, sigue exactamente igual.

Aún así hay una cosa que no me termina de convencer. Sin duda, el sistema educativo hay que cambiarlo porque está claro que esto no funciona. Pero también pienso que la educación de un país depende de otras pequeñas cosas. He leído que el 80% de las familias finlandesas llevan el fin de semana a sus hijos a la biblioteca y la verdad que yo no veo a las familias españolas haciendo eso. No sé si esa es la solución, pero por lo menos ahí se ve que la educación no es algo únicamente de las instituciones escolares.

En efecto, creo que la educación es algo que se construye entre todos. La escuela tiene posiblemente la carga más importante pero, empezar educando en la familia es ya de por sí un enorme paso. Educar en la familia y educar en nuestro día a día. Concienciarnos todos del valor que tiene la educación, de su gran poder, de su enorme importancia, de que solo con ella se pueden conseguir grandes cosas. Concienciarnos de que estar cambiando la ley de educación cada cinco años no va a solucionar nada y de que la educación es algo demasiado serio como para tomárselo a la ligera.

Una de las frases que más estoy oyendo últimamente de Nelson Mandela es la de “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Totalmente acertada, como todo lo que él decía. Sin embargo, si ahora mismo tenemos que usar la educación como arma no sé yo si cambiaríamos algo…



miércoles, 4 de diciembre de 2013

Sigue, siempre sigue.

Ya vuelvo por aquí con una nueva entrada y, he de reconocerlo, cada vez me cuesta más elegir un tema del que hablar. Vamos, que la inspiración últimamente brilla por su ausencia. Y por si no me costara años decidir un nuevo tema, y por si no me pasara el día buscando nuevas ideas, y por si no dedicara horas haciendo y rehaciendo una nueva entrada, por si acaso, va mi amiga Maite el otro día y me dice que me estoy empezando a repetir, que empiezo a escribir sobre temas ya escritos. Vamos, que no voló mi zapatilla hacia ella de milagro, porque estoy madurando y ya he aprendido a controlarme, que si no…

Pero lo que ella no sabe, ni sabe nadie, es la cantidad de entradas que he escrito pero nunca he llegado a subir. El gran número de ideas que se me ocurren pero que nunca terminan saliendo a la luz. La de veces que empiezo a escribir sobre algo y me bloqueo, lo borro y vuelvo a empezar de cero. Y es que así pasa con todo, que las cosas no son fáciles y conllevan trabajo. Generalmente vemos su resultado final sin plantearnos, por un instante, todo el trabajo que ha habido detrás.

Me pregunto cuántos borradores escribiría Cervantes antes de hacer El Quijote. Cuántos bocetos de la Mona Lisa tiraría Leonardo Da Vinci a la basura. Cuántas operaciones matemáticas haría y reharía Einstein hasta llegar a su teoría de la relatividad. A veces parece que hay personas que consiguen las cosas fácilmente, sin esforzarse, pero generalmente no es así. Las grandes cosas conllevan grandes esfuerzos. Todo requiere tiempo y, en ocasiones, cuesta ver los resultados. Sin embargo, ya lo dice mi abuela “la paciencia es la madre de la ciencia”. A veces hay que saber esperar, ser paciente, perseverar y seguir intentando.

Cuando las cosas nos gustan hemos de pelear por ellas, perseguir aquello que queremos. Creo que necesitamos un poco de esto, de personas que amen lo que hacen y trabajen por ello. Personas que miren hacia delante y que luchen por conseguir grandes cosas. Personas que no se cansen, que no olviden lo que quieren, que no pierdan la esperanza.



Hoy también traigo un consejo, otro más para la lista. No te quedes en lo fácil, no te niegues a afrontar un problema, no te canses de intentar algo, no te des por vencido nunca. No te des por vencido ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera, porque los resultados pueden tardar en venir, pero seguro que al final llegan. Termino con una gran frase del Padre Tomás Morales. Una frase de esas para pegar en la pared de la habitación y no olvidar nunca. Más que una frase, un gran consejo. “No cansarse nunca de estar empezando siempre”.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cosas de hermanos...

Ya hace más de un mes que decidí retomar mi blog y parece que tampoco me ha ido tan mal. En este mes lo ha visitado más gente que en todo el año anterior así que estoy contenta. Aún así quiero seguir mejorando poco a poco así que de vez en cuando voy pidiendo consejos.

El otro día se me ocurrió pedirle a mi hermano su opinión. Error. Si queréis críticas constructivas nunca preguntéis a vuestro hermano pequeño. Nunca. Le pregunté a ver si me había visitado alguna vez el blog y me contestó “alguna vez…”. Le pregunté a ver qué le parecía y me contestó “bah… Siempre hablas de lo mismo: amistad, amor…”. Y entonces me pregunté a mi misma “¿Cuándo he hecho yo una entrada sobre el amor?” y deje de preguntarle. En fin, aprendizaje del día: Mi hermano me servirá para muchas cosas pero los consejos mejor se los pido a otro.

Supongo que esto no me pasa solo a mí. Los hermanos te dicen las cosas directas, lo que piensan, que ya son muchos años juntos como para andar con rodeos. La verdad es que la relación con los hermanos es distinta a cualquier otra. Supongo que tampoco soy la única que de pequeña muchas veces ha acabado dándose tortas con su hermano, que ha deseado librarse de él y que ha disfrutado mientras le echaban la bronca. Porque entre hermanos el quererse se da por descontado y, como eso ya está asegurado, no hace falta disimular esos enfados y esas ganas que entran a veces de echarlo de casa.

Sin embargo, muchas veces pienso lo aburrido que habría sido todo si hubiese estado yo sola. Porque no había pelea sin que antes hubiéramos estado un rato jugando juntos. Porque muchas de esas riñas acababan con risas. Por todas esas veces en que nos aliábamos los dos y mis padres no entendían nada de lo que pasaba. Por la de horas que nos hemos pasado jugando a cualquier cosa. Por todas las veces que me he reído con él hasta no poder más. Por todas esas ocasiones en que me daba miedo hacer cosas y él me acompañaba. Porque si no hubiera estado él ¿Con quién hubiera hecho yo todo esto?



Los hermanos son las personas con las que más tiempo pasamos desde que somos pequeños. Jugamos con ellos, nos peleamos, nos reímos, nos chillamos, nos aliamos, nos picamos… La relación con los hermanos es la relación más sincera que existe. De ellos aprendemos grandes cosas y nos mostramos tal y como somos, no hay grandes secretos ni mentiras. No nos queremos por lo que hacemos o dejamos de hacer, por lo que decimos o dejamos de decir. Nos queremos por lo que somos, desde el primer día.



¿No se quejaba mi hermano de “todas” mis entradas sobre el amor? Pues aquí tiene, una más para su colección, espero que le guste.





martes, 26 de noviembre de 2013

Adelantando la Navidad...

Desde que empecé a escribir el blog tengo el chip cambiado. Nunca he sido especialmente creativa así que muchas veces no escribo porque me faltan ideas. Últimamente les insisto a mis amigas para que me den ideas de nuevas cosas a tratar, pero siempre me dicen los mismo, que escriba sobre ellas. Ellas sí que son poco originales. Así que me paso el día fijándome en todo lo que me ocurre, a ver si algo me sirve para sacar una entrada. Y así me pasó ayer, que hablando con una amiga, me contó una cosa que me llamó mucho la atención y se me encendió la bombilla. Atentos a lo que me dijo, porque es muy curioso…

Resulta que en Venezuela Maduro ha decidido adelantar la Navidad y dar comienzo a ésta el 1 de noviembre. Parece ser que en Navidad todo el mundo se vuelve mejor persona, está más alegre, se reúne con los familiares y amigos, desea felices Pascuas a los vecinos… así que él, para promover el bienestar, la alegría y la paz en su país, ha decidido adelantarla un mes y medio y hacerla más duradera.

Dejando aparte el tema de si la Navidad es algo que se puede alargar y acortar en función de los intereses de las personas, he de decir que es una cosa curiosa. Curiosa y a la vez triste. Parece que las personas no somos tan malas como lo parecemos y en cierto momento del año hay algo que toca nuestra fibra sensible y nos hace ser mejores. Es curioso que haya algo que nos haga apartar nuestras diferencias, dejar atrás nuestros problemas, olvidarnos de las cosas malas y vivir más felices durante dos semanas (o dos meses para los venezolanos). Pero también es triste. Es triste porque si somos capaces de vivir así dos semanas, ¿Por qué luego se nos olvida todo y volvemos a ser como siempre?. ¿No sería más fácil saludar al vecino y desearle buenos días a diario?, ¿y reunirnos en familia más a menudo?, ¿y pensar en los demás un poquito más que en uno mismo de manera cotidiana?. Llegados a este punto me entra la duda de si seríamos capaces de ser así todo el año y de si a Maduro le saldrá bien o para cuando llegue el 25 de diciembre ya estarán todos cansados de las reuniones familiares, los villancicos y los deseos de felices Pascuas.

Las personas somos impredecibles. Estamos llenas de rencor, odio y maldad pero a la vez somos capaces de hacer los mayores gestos de bondad, amor y solidaridad. Sin embargo, yo creo que la parte buena gana a la mala y, para que veáis que no soy una ilusa, termino la entrada de hoy con un poco de historia. En el año 1914, durante la primera guerra mundial, ocurrió una de las cosas más tristes y a la vez bonitas de la historia del ser humano. El 24 de diciembre, inmersos de lleno en la guerra, las tropas británicas luchaban contra las alemanas en el frente occidental. Al acercarse la noche, los alemanes comenzaron a adornar sus trincheras y a cantar villancicos. Las tropas británicas se unieron a esos cantos y ambos bandos comenzaron a cantar juntos y a desearse feliz Navidad. También se intercambiaron regalos (cigarrillos, bebidas..) y rezaron un salmo todos juntos. Después de esa noche todo volvió a la normalidad pero durante unas horas bajaron las armas y celebraron la Navidad todos juntos. Parece sacado de una película, pero es algo real, es historia. Sin duda, algo increíble y emocionante.



sábado, 23 de noviembre de 2013

La amistad...



Qué fácil es hacer amigos cuando somos niños. Qué sencillo es eso de la amistad. No hace falta hablar, no hay peleas, no hay problemas. Invitaciones para todos en los cumpleaños, juegos en las horas del recreo. Es la amistad más sincera, la amistad de verdad. Confías en tus amigos, les dices las cosas que no te gustan, les defiendes y les quieres. Los amigos de la infancia nos enseñan cómo es la verdadera amistad.




Sin embargo, como pasa con todo, cuando crecemos esto cambia. Las cosas se complican. Y no hablo de los amigos en particular, lo que cambia es la amistad. Ya no nos sirve con juntarnos a las tardes un rato para jugar porque ya nos hemos hecho mayores y, la amistad, como todo lo que tiene personas de por medio, hay que cuidarla. Hay que cuidarla mucho. 

Los amigos son un regalo. Los amigos son esas personas que están ahí siempre, llueva, nieve o granice. Personas que se preocupan por ti, que te hablan, que te llaman. Personas que se ríen con tus alegrías y que lloran con tus penas. Personas que te sostienen cuando todo se derrumba. Lo que a mí más me asombra de la amistad es que cuando todo va mal, cuando las cosas se tuercen, cuando parece que no hay salida, es cuando más brilla, cuando más grande se hace. 

Con el paso de los años mis amigos han ido cambiando. Nuevas personas han ido entrando a mi vida, demostrándome que están ahí para lo que necesite. Pero también hay otras que han ido saliendo. No por nada en particular, sino porque todos crecemos, tomamos diferentes direcciones y si las cosas no se cuidan viene el distanciamiento. 



Así que de esto va mi consejo de hoy, de la amistad. Porque no cuesta nada cuidar a los amigos, guardarles un momento del día, preguntarles a ver qué tal están, sacarles una sonrisa. Intenta hacerlo hoy, dedícales un instante de tu día, aunque no sea muy largo. Los amigos puede que no estén ahí para siempre, eso solo depende de ti. 

Finalmente, para terminar, quiero aprovechar esta entrada de hoy para hacer algo que ya debería haber hecho, para agradecerles a mis amigos que siempre estén ahí, que me escuchen, que se preocupen por mí, que me animen a que siga adelante con el blog y que sean los primeros en leer todas y cada una de mis entradas publicadas. Gracias, de verdad.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Yo de mayor quiero ser...



¿Cuántas veces os han dicho que tenéis que aprovechar el presente y pensar un poco menos en el futuro? A mí muchísimas, pero no hay forma, no hago caso. Posiblemente soy de las personas que más piensan en el mañana en vez de en el hoy. Me encanta imaginar qué cosas podré hacer de aquí a un par de años, cómo seré, dónde estaré, con quién. Dicen que esto es cosa de niños, que quieren crecer rápido, pero a mí de momento no se me ha pasado, sigo pensándolo, yo de mayor quiero ser…




Y es que yo de mayor quiero ser y hacer tantas cosas… Yo de mayor quiero ser maestra. Yo de mayor quiero tocar el saxofón. Yo de mayor quiero viajar. Yo de mayor quiero hablar otros idiomas. Yo de mayor quiero casarme. Yo de mayor quiero ser madre. Yo de mayor quiero leer muchos libros. Yo de mayor quiero aprender muchas cosas. Yo de mayor quiero tener un trabajo. Yo de mayor quiero tener una casa. Yo de mayor quiero seguir escribiendo. Yo de mayor quiero seguir llamando a mis amigas. Yo de mayor quiero reír todos los días. Yo de mayor quiero ser mejor persona. Yo de mayor quiero ser feliz… Y entonces es cuando me doy cuenta de que de todas estas cosas realmente solo quiero una, la última, yo de mayor quiero ser feliz. Y me pregunto si todas las que he escrito antes me conducirán ahí. Vuelvo a releerlas. Vuelvo a pensarlo. Vuelvo a llegar a la última frase: “yo de mayor quiero ser feliz” y leo algo que no me encaja. ¿Yo de mayor quiero ser feliz? NO. Yo ahora quiero ser feliz. Yo quiero ser feliz siempre. Y lo cambio, y lo dejo en “Yo quiero ser feliz”. Eso es lo único que importa.



Ahora lo entiendo un poco más. Entiendo por qué tengo que pensar menos en el mañana. Entiendo que el mañana de hoy será el hoy de mañana. El tiempo pasa. El futuro no es nada. Sólo tenemos el presente. Esta es mi pequeña propuesta para este viernes, empecemos a desterrar el “yo de mayor quiero ser…” y escribamos un “yo hoy quiero ser…”. Simple lección, ¿no?

martes, 12 de noviembre de 2013

A esas personas...

Mi entrada para hoy va dirigida a ciertas personas. A algunas de ellas conozco, a otras no. Últimamente oigo que cada vez quedan menos y que es muy difícil encontrarlas, aunque yo no pienso así. Creo que todavía quedan muchas y de vez en cuando me voy encontrando alguna por ahí. Mi entrada de hoy va dirigida a las buenas personas. Pero a las buenas de verdad. A esas personas que piensan un poquito menos en sí mismas y un poquito más en los demás. A esas personas que se levantan todas las mañanas con una sonrisa e intentan contagiarsela al resto. A esas personas que no se preocupan por discutir a todas horas, que no cuestionan a los demás, que tienen confianza en la gente que les rodea. A esas personas que llenan el lugar de positividad y con las que es muy difícil enfadarse. A esas personas que no guardan rencor, que perdonan y también olvidan, que dan un voto de confianza. Personas que se preocupan por el resto de la gente. Personas que luchan por conseguir grandes cosas. Personas que llenan de color los días grises. Personas que llenan de esperanza el mundo.

Pero no esas personas que “de buenas tontas”, no. Las personas buenas no son de buenas tontas, sino que son de listas buenas. Porque ser buena no es cosa de tontas, ser buena es cosa de listas. De listas y valientes, que tal y como están las cosas no es fácil. Por esto mismo, quiero aprovechar esta entrada para agradecerles a estas personas que sean así. Gracias por enseñarnos día a día que todavía queda bondad, que todavía hay personas dispuestas a dar todo. Gracias por recordarnos que todos podemos intentarlo, que todos podemos luchar por ser un poquito mejores. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

OTOÑO

Últimamente se va notando que estamos del todo instalados en el otoño. Este año se ha alargado bastante el buen tiempo pero parece que ahora va llegando el frío para quedarse. Lo que a mí menos me gusta es la lluvia. Detrás del cristal, cuando tengo que estudiar, me encanta verla, pero ya salir a la calle es otra cosa. Yo que tengo el pelo rizado no hace falta ni que explique cómo se me pone cada vez que hay algo de humedad. Además, con lo torpe que soy, nunca falla un resbalón cuando se me mojan las suelas de los zapatos. A mí el otoño nunca me ha gustado demasiado, a mí lo que me gusta es la primavera, cuando empiezan a salir las primeras flores y los rayos de sol se van dejando ver entre las nubes. Sin embargo, mi padre no hace más que repetir que el otoño es su estación favorita y, me parece a mí, que como no hay solución y ahora es lo que toca, tendré que contagiarme un poco y empezar a verlo con mejores ojos así que he hecho una lista, una lista con esas cosas del otoño que a mi padre tanto le gustan y que me van a tener que empezar a gustar también a mí. Aquí os la dejo:

1.       LOS PAISAJES: Esta sin duda tiene que ser la primera porque mi padre no hace más que repetirla. Dice que las hojas se tiñen de colores cálidos y forman suaves alfombras en el suelo. Pues nada, ahí he ido yo, a buscar paisajes otoñales de esos de los que él habla. La verdad es que tiene razón. Los paisajes otoñales son tan bonitos como las flores que crecen en primavera. Además, me he dado cuenta de que no hace falta ir muy lejos para encontrar estampas preciosas. Esta foto la he sacado en mi universidad donde los árboles verdes se van tiñendo de amarillo.

2.       LA ROPA: La verdad que esto a mi padre le importa bien poco, pero a mí es una de las cosas que más me gusta. Después de todo el verano con la ropa fresca, da gusto volver a cambiar el armario, sacar gordos jerseys, bufandas y guantes. Lo que a mí más me gusta son las botas, me encanta ir con los pies calentitos cuando más frío hace.

3.       LEER EN EL SOFÁ: Que sí, que esto se puede hacer todo el año, en la estación que quieras, pero no me negarás que sentarse en el sofá, con una mantita y un buen libro mientras en la calle llueve y hace frío no es genial. Sin duda, esta es de las mejores cosas del otoño. De hecho, creo que va a ser mi favorita.

4.       LAS BEBIDAS CALENTITAS: Porque un chocolate o un café caliente en verano no entran, pero llegar a casa en otoño, con los pies mojados, helada de frío y prepararte una bebida calentita es lo mejor que se puede hacer. Porque cuando las tardes sentada en un banco con los amigos ya no pintan muy bien siempre están las cafeterías para compartir momentos en torno a una bebida bien caliente. Por eso, las bebidas calientes también le dan al otoño un toque más especial.

5.       EL VIENTO: Me encanta el viento. Me encanta estar en casa y escuchar el viento golpear los cristales. Me encanta ir por la calle y que el viento me vuele el pelo. Me encanta que se me dé la vuelta el paraguas. El viento me parece divertido. El viento me encanta.


Y con todo esto ya no puedo decir que el otoño no me gusta. Ya no puedo quejarme más de este tiempo. Cada estación es diferente y cada estación es especial. Ahora le toca el turno al frío pero estas cosas lo hacen mucho mejor, creo que ahora sí que puedo decir que… ¡Me gusta el otoño!

sábado, 2 de noviembre de 2013

Porque soñar es gratis...

Pues sí. Porque soñar es gratis. Porque es una de las cosas que mejor sabemos hacer. Porque nadie nos lo prohíbe. Porque nos da esperanzas para seguir adelante. Porque sin sueños todo es bastante más triste. Porque esperar cosas de nuestro futuro nos ayuda a levantarnos cada día. Porque la meta es lo que da sentido al camino. Pero, sobretodo, porque el camino se va construyendo pasito a pasito y porque nuestros sueños se van haciendo realidad día a día. Por todo esto, nunca pierdas la esperanza y nunca te levantes sin una razón, pero, más importante aún, nunca dejes de luchar por tus sueños.

Porque los sabios consejos se dicen con pocas palabras. Porque cuantas más cosas tengas que decir menos palabras debes usar. Porque cuanto más cortas sean las frases menos se olvidan. Por todo esto dejo aquí mi corto consejo para hoy. Nunca dejes de soñar, pero tampoco esperes grandes cosas del futuro. Espera grandes cosas de ti. 




jueves, 31 de octubre de 2013

Las bicicletas no sólo son para el verano

Parece que últimamente mis entradas van sobre medios de transporte. El otro día tocaron los aviones y hoy le toca el turno a algo que me gusta muchísimo más, las bicicletas. Y es que a mi me encantan las bicis. Sin duda, son el mejor de todos los medios de transporte. Pero no os creáis que me encanta el ciclismo, de hecho es el único deporte que no me gusta porque me canso con solo verlo. No me van las bicis de carreras, a mi lo que me gustan son las bicicletas de paseo, esas que van hasta con cestita.



Todo esto comenzó cuando empecé la universidad. Todavía no tenía carnet de coche así que tenía que ir en autobús, pero pasarme una hora y media al día, entre ida y vuelta, metida en un autobús, no me gustaba nada, así que se me ocurrió la idea de la bicicleta. Pedí una para mi cumpleaños y me regalaron una de paseo bastante buena. Mis padres insistían en lo de la cesta pero a mí eso me daba demasiada vergüenza, así que ahí iba yo el primer año a la uni, en bici y con el bolso colgando del hombro. Hasta que me cansé de que cada tres pedaladas se me resbalara el bolso, de que el peso de un lado del cuerpo me desequilibrara y de llegar a clase con media espalda dolorida. Mira que a veces hacemos cosas estúpidas por culpa de la vergüenza… De esta manera, acabé optando por comprarme una cesta y, sin duda, la cosa mejoró bastante. Ahora soy feliz con mi bicicleta de paseo y su cesta, aunque he de decir que desde que me saqué el carnet la uso bastante menos…

Hace unos años fui quince días de vacaciones a Holanda y una de las cosas que más me gustó fue la cantidad de bicis que había por todos lados. La gente iba al trabajo en bici, al colegio, a la universidad. Los párquines de bicicletas estaban siempre llenos y tenían sus propios carriles a lo largo y ancho de cualquier ciudad. Aquí la verdad es que cada vez veo más, pero aún así la gente no abandona demasiado la comodidad del coche.





No me voy a parar ahora a decir las miles de ventajas que tiene ir en bicicleta. Hacer deporte, no contaminar o respirar aire limpio solo son las primeras de una larga lista. La verdad es que yo no solo utilizo la bicicleta para ir a clase, también me encanta dar paseos y en cuanto sale el sol aprovecho para cogerla. Si algo tengo claro es que las bicicletas no sólo son para el verano. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Superando miedos: Los aviones

Hoy empiezo la semana con la primera de una serie de entradas que van a tratar sobre una de las cosas que más me caracteriza: el miedo. Pues sí, yo soy así, miedosa por naturaleza, desde que era muy pequeña. Son tantas las cosas que me dan miedo que podría escribir una larga lista enumerando todas ellas. Pero tampoco es cuestión de aburrir, así que voy a empezar por el miedo que más ganas tengo de superar, el miedo a viajar en avión.




Y digo que es el que más ganas tengo de superar porque una de las cosas que más me gusta hacer es viajar. Conocer nuevos sitios, otras culturas, distintas lenguas y sobretodo diferentes personas. Parece un poco contradictorio ¿no? Pero no creáis que el miedo a viajar en avión me ha detenido mucho. Ya he ido a Roma, París y Lisboa en autobús. A Bélgica, Holanda y Alemania en coche. Aún así el hecho de ir a Estados Unidos o Canadá en barco, por ahora, no me llama demasiado.




Las pocas veces que he viajado en avión lo he pasado realmente mal. Antes de volar siempre me tomo una pastilla para tranquilizarme, pero me da a mi que no me hacen demasiado efecto. En una ocasión había turbulencias y me puse tan nerviosa que me confundí y en vez de agarrarme al asiento de adelante ¡acabé agarrándome al pelo de la chica que iba ahí sentada!. Y esta solo es una de las muchas cosas que me han pasado en los aviones…

Pero bueno, dejando aparte estas pequeñas aventuras, estoy decidida a superar mi miedo por el simple hecho de que no estoy dispuesta a que éste me impida realizar una de las cosas con las que siempre he soñado. Quiero viajar y quiero conocer mundo, y si eso requiere pasarme 20 horas en un avión sobrevolando océanos lo haré, sin duda.






martes, 15 de octubre de 2013

¡Ya estoy de vuelta!

Parece mentira lo ilusionada que empecé a escribir este blog el año pasado y lo abandonado que lo he tenido desde hace unos meses. A decir verdad he pensado varias veces en borrarlo pero, como los ordenadores y yo no nos llevamos del todo bien, nunca he sabido cómo se borra y no he podido hacerlo. Así, al final, para bien o para mal, aquí sigo, intentando recuperar este pequeño proyecto que con tantas ganas empecé hace poco más de un año.

La verdad es que no entiendo muy bien qué venada me ha dado para ponerme a hacerlo justo ahora. Resulta que me he pasado el verano aburrida en casa, sin nada que hacer, matando el tiempo leyendo libros y en ningún momento me ha apetecido ponerme a rescatar el blog. Pero ahora, que no sólo ha empezado el curso sino que ya llegan los primeros parciales, se me ocurre sumergirme de nuevo en todo esto.





De todas formas creo que ya me voy conociendo poco a poco y sé que cuantas más cosas tengo para hacer muchas más hago. Mis tardes nunca han estado vacías, todo lo contrario. Soy la típica persona que tiene tantas cosas que hacer que siempre llega corriendo y justa a todos lados. De hecho, creo que esto se ha acabado convirtiendo en un ritual y ahora soy incapaz de andar despacio. Además soy bastante desordenada pero si no veo orden a mi alrededor me agobio, así que al final acabo siempre nerviosa y estresada. No obstante, poco a poco voy buscando soluciones a mi desorden. Este año me he comprado una agenda donde apunto todo aquello que necesito recordar y cada semana acaba llenísima de comentarios y apuntes. Aún así nunca falta el día en que se me olvida mirarla y, entonces, también se me olvida hacer lo que tenía apuntado. Pero, como ya he dicho que poco a poco me voy conociendo, he encontrado hasta una solución a este problema: Mis manos y brazos, que en ocasiones pueden funcionar como la mejor agenda. Y así es como ando últimamente, sin parar de un lado a otro, cargadísima de cosas y con los brazos y manos llenos de pintadas para todo aquello que no se me puede olvidar hacer.






Así es como, entre todo este caos que es mi día a día, he decidido que quiero dedicar unas horas a una de las cosas que más me gusta: Escribir. No escribir grandes artículos, ni grandes novelas, sino pequeñas ideas que se me van ocurriendo, quizás tonterías, no importa. Solo quiero poder hacer un pequeño hueco en mi semana para desconectar de todo, creo que tendré que apuntármelo en algún sitio, no vaya a ser que se me olvide. 

viernes, 8 de marzo de 2013

¿Qué camino debo seguir para salir de aquí?

Posiblemente todos hayamos oído hablar de Alicia en el País de las Maravillas. Yo hace poco vi la película. En ella hay un momento en el que Alicia se dirige al gato y le pregunta acerca del camino que debe seguir para salir de allí, el gato le contesta que eso depende del lugar al que ella quiera ir. Muchas veces yo, como Alicia, me pregunto qué camino debo escoger, hacia dónde debo ir. A lo largo de los días se nos van presentando diferentes posibilidades, diferentes caminos para escoger, que, sin duda, marcarán el rumbo de nuestras vidas, y el gato tenía razón, no podemos escoger un camino si no sabemos hacia donde queremos dirigirnos. Tenemos un enorme abanico de posibilidades que se abre ante nosotros para ofrecernos infinitud de historias que vivir. Sin embargo, solo una se convertirá en la historia de nuestra vida, las demás acabarán convirtiéndose en meras posibilidades que podían haber sucedido pero que nunca llegaron a hacerse realidad. Cuando pienso en esto, recuerdo aquellos libros que tenía de pequeña, en los que podía elegir las decisiones que tomaba el protagonista y así, en función de lo que yo eligiera iba a una página u a otra y acababa desembocando en diferentes finales. La vida se parece a eso, diferentes caminos van apareciendo y nosotros somos quienes debemos decidir cuál tomar y cuál dejar atrás. El problema es que aquí no hay vuelta atrás, no se puede volver a las primeras páginas y empezar otra vez para buscar el final más adecuado. La vida nos da una oportunidad y no más para escribir nuestra historia, pero nos lo deja en nuestras manos y creo que, justo esto, es lo que más especial la hace.



sábado, 5 de enero de 2013

¡Ya vienen!


Ya llegan, y con ellos todo cambia. Los niños repasan aquello que hace semanas apuntaron en las cartas, dejan de pelearse entre ellos y deciden portarse bien por un día, todo lo que se pueda por evitar un saquito negro de carbón en sus zapatos. Parece que todo es posible para ellos: un perro, el mejor juguete de toda la juguetería o deseos de cosas imposibles “que vuelva el abuelo”, “que papá y mamá vuelvan a estar juntos”. Miradas, ilusiones y amplias sonrisas se alzan ante grandes carrozas que pasean por las calles de la ciudad. Lluvias de caramelos que una vez tocan al suelo son rifados por pequeñas manos que hacen todo lo posible por cogerlos, cuantos más mejor. Fuertes gritos mezclados con el sonido de una banda que acompaña las grandes carrozas durante su desfile. Todo son miradas ilusionadas, largas carcajadas y alguna lágrima de aquellos que llegaron por primera vez y que no entienden por qué tanta cosa para ver a unos señores con largas barbas.
Lo que los niños no saben es que hoy no son los reyes los protagonistas, sino ellos. Todo vale para sacar una inocente sonrisa, una mirada ilusionada o una noche llena de nervios y emociones. Todo vale en un día en el que los mayores se vuelven a hacer niños otra vez y reviven esos intensos momentos que vivieron hace muchos años. Todo vale en el día más mágico del año, el día en el que llegan los Reyes Magos desde oriente, cargados con sacos de ilusiones, esperanzas y deseos para el año nuevo.