miércoles, 21 de septiembre de 2016

When september ends...

           Cambios.


Este post tenía que empezarlo así, porque si de algo ha tratado este septiembre ha sido de eso, de cambios. Cambio de trabajo, cambio de ciudad. Casa nueva, coche nuevo, nueva gente. Y los cambios siempre, siempre, siempre, traen un remolino de nuevas cosas que primero hay que asentar y después ya expresarlas. Por eso hoy, veintiún días después, puedo sentarme en el ordenador y escribir por fin sobre esto.

Los inicios siempre son extraños. Cuando a finales de agosto parecía que me iba a quedar en casa, sin nada que hacer, me vino la tristeza total porque yo me quería mover. Cuando dos días después me llamaron y me dijeron que me movía volví a ponerme triste, porque en casa, todo hay que decirlo, se vive muy bien.

Pero todo tiene sus cosas, el lado bueno existe y ahora puedo decir que estoy contenta. No es la ciudad de mis sueños, ni por asomo, pero empieza a gustarme. Y empieza a gustarme porque, antes de escribir esto, he comido baratito en un sitio que estaba bastante bien, me he recorrido un corte inglés, me he bebido una piña colada en una terraza con música de fondo y, para no ser una gran ciudad, no ser bonita, ni tener gran cosa, esto no pinta nada mal.

Lo de vivir sola al principio tampoco me gustaba. Todo iba bien hasta que tenía que meterme al piso sin compañía o hasta que tenía que intentar dormir. Digo intentar, porque lo suyo me costaba. Pero ahora empieza a gustarme mucho y creo que me estoy acostumbrando. Vivir sola tiene sus ventajas y yo empiezo a verle muchas.

Sumado a todo esto que me flipa mi trabajo, la cosa no ha empezado mal.

Los cambios siempre asustan y a veces incluso cuestan, pero las cosas nunca son tan complicadas como parecen, a veces las complicamos nosotros. Yo he decidido hacerlas un poquito más fáciles, restarles importancia, verles el lado bueno y disfrutar de este curso… Porque está claro que en junio acabará la experiencia y seguro que entonces echaré todo esto de menos.