Desde que empecé a escribir el blog tengo el
chip cambiado. Nunca he sido especialmente creativa así que muchas veces no
escribo porque me faltan ideas. Últimamente les insisto a mis amigas para que
me den ideas de nuevas cosas a tratar, pero siempre me dicen los mismo, que
escriba sobre ellas. Ellas sí que son poco originales. Así que me paso el día fijándome
en todo lo que me ocurre, a ver si algo me sirve para sacar una entrada. Y así
me pasó ayer, que hablando con una amiga, me contó una cosa que me llamó mucho
la atención y se me encendió la bombilla. Atentos a lo que me dijo, porque es
muy curioso…
Resulta que en Venezuela Maduro ha decidido
adelantar la Navidad y dar comienzo a ésta el 1 de noviembre. Parece ser que en
Navidad todo el mundo se vuelve mejor persona, está más alegre, se reúne con
los familiares y amigos, desea felices Pascuas a los vecinos… así que él, para
promover el bienestar, la alegría y la paz en su país, ha decidido adelantarla
un mes y medio y hacerla más duradera.
Dejando aparte el tema de si la Navidad es
algo que se puede alargar y acortar en función de los intereses de las personas,
he de decir que es una cosa curiosa. Curiosa y a la vez triste. Parece que las
personas no somos tan malas como lo parecemos y en cierto momento del año hay
algo que toca nuestra fibra sensible y nos hace ser mejores. Es curioso que haya
algo que nos haga apartar nuestras diferencias, dejar atrás nuestros problemas,
olvidarnos de las cosas malas y vivir más felices durante dos semanas (o dos
meses para los venezolanos). Pero también es triste. Es triste porque si somos
capaces de vivir así dos semanas, ¿Por qué luego se nos olvida todo y volvemos
a ser como siempre?. ¿No sería más fácil saludar al vecino y desearle buenos
días a diario?, ¿y reunirnos en familia más a menudo?, ¿y pensar en los demás
un poquito más que en uno mismo de manera cotidiana?. Llegados a este punto me
entra la duda de si seríamos capaces de ser así todo el año y de si a Maduro le
saldrá bien o para cuando llegue el 25 de diciembre ya estarán todos cansados
de las reuniones familiares, los villancicos y los deseos de felices Pascuas.
Las personas somos impredecibles. Estamos llenas
de rencor, odio y maldad pero a la vez somos capaces de hacer los mayores
gestos de bondad, amor y solidaridad. Sin embargo, yo creo que la parte buena
gana a la mala y, para que veáis que no soy una ilusa, termino la entrada de
hoy con un poco de historia. En el año 1914, durante la primera guerra mundial,
ocurrió una de las cosas más tristes y a la vez bonitas de la historia del ser
humano. El 24 de diciembre, inmersos de lleno en la guerra, las tropas
británicas luchaban contra las alemanas en el frente occidental. Al acercarse
la noche, los alemanes comenzaron a adornar sus trincheras y a cantar
villancicos. Las tropas británicas se unieron a esos cantos y ambos bandos
comenzaron a cantar juntos y a desearse feliz Navidad. También se
intercambiaron regalos (cigarrillos, bebidas..) y rezaron un salmo todos juntos. Después
de esa noche todo volvió a la normalidad pero durante unas horas bajaron las
armas y celebraron la Navidad todos juntos. Parece sacado de una película, pero
es algo real, es historia. Sin duda, algo increíble y emocionante.
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