Soy una persona de hábitos. Pruebo, busco y
encuentro esa manera, para mí perfecta, de hacer las cosas y así las hago. Me encanta
crearme rutinas y me gusta hacer las cosas así, a mi manera.
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Últimamente he cogido el hábito de volver a meterme a la cama después de desayunar. Diez minutos, no más. Diez minutos en los que me siento sobre mi almohada y reviso todo lo que hay que revisar antes de comenzar el día: Instagram, el correo, los blogs que sigo, las noticias en twitter… Desayunada y tras mis diez minutos en la cama poniéndome al día, vuelvo a ser persona.
Para cenar en casa siempre me pongo el
pijama. En cuanto cruzo la puerta de entrada, me quito los zapatos. Los domingos
a mediodía a visitar a mis abuelos, por la noche toca peli. La ducha, mejor por
la mañana, sino cuesta despertarse.
Si quiero dormir necesito bajar la persiana,
del todo, y la puerta bien cerrada. En el coche la radio siempre puesta, de
hecho siempre está en el mismo canal.
Pero entonces llega alguien y te remodela el
día a día, de abajo a arriba. Te cambia tus rutinas y te mete en las suyas. Los
hábitos desaparecen, pero ya no importa tanto…
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