Son muchas las cosas que a lo largo del
tiempo vamos perdiendo, las que se nos olvidan o las que ya no tenemos. Porque
pasan los años, porque todo cambia, porque nos vamos haciendo mayores…, por
distintas razones vamos dejándolas atrás. Dejamos de mandar cartas por correo, de
escribir sobre papel o de pararnos a ver las estrellas. Ya no saltamos en los
charcos cuando llueve, no patinamos, ni jugamos con los vecinos. La vida sigue
su rumbo y todo va avanzando. Sin embargo, hay algunas cosas que nunca
deberíamos olvidar, bajo ningún concepto.
Últimamente me he dado cuenta de que estamos
perdiendo la capacidad de sorprendernos, y me da mucha pena. Hemos visto ya
tanto que, a estas alturas, pocas cosas tienen la capacidad de dejarnos
boquiabiertos. Ya no nos quedamos anonadados, pasmados, asombrados o
estupefactos. Estamos tan acostumbrados a ver tantos logros, tantas cosas
inalcanzables alcanzadas, tantas cosas extraordinarias convertidas en ordinarias,
que nos admiramos ante muy poco.
Que el hombre ha llegado a la luna. Que
podemos comunicarnos en segundos con personas en la otra punta del planeta. Que
viajamos de un país a otro en escasas horas. Que pulsamos el interruptor y se
enciende la luz. Que edificios de cientos de metros de altura conforman nuestras
ciudades. Que tenemos el mundo a nuestros pies y no somos conscientes.
En realidad, el éxito más pequeño logrado o el objetivo más escaso alcanzado deberían ser
dignos de admiración. Pero no lo pensamos, simplemente lo aceptamos. No nos
maravillamos ante el mundo en el que vivimos. No alzamos la vista, no
observamos nuestro alrededor, no valoramos lo que nos rodea. No somos
conscientes. Caminamos con la mirada gacha ante impresionantes edificios,
vertiginosas montañas, extraordinarias esculturas, maravillosas personas y ni
siquiera nos damos cuenta.
Cada día comienza con un extraordinario
amanecer y termina con una fascinante puesta de sol. Miles de estrellas inundan
nuestras noches y, cuando más oscuro parece estar todo, tenemos una magnífica
luna alumbrándonos desde lo alto. Aviones que vuelan cada hora, pájaros que
cantan cada mañana, árboles que florecen cada primavera. Sorprendentes arco iris que de vez en cuando aparecen entre
las nubes, formidables nevadas en invierno y un brillante sol que nos calienta
en verano. Trenes, móviles, ordenadores. Cines, teatros, catedrales. Puentes,
rascacielos, monumentos. Las cosas más increíbles son creídas sin dificultades.
El mundo es magnífico. Vivimos en un planeta
sobrecogedor que día a día avanza de manera fascinante y nos permite crecer
rodeados de portentosos acontecimientos. No podemos olvidarnos de la grandeza
que nos rodea. No podemos avanzar sin detenernos a contemplar la majestuosidad
ante la cual nos encontramos. No podemos dejar pasar el hecho de que la vida es
un milagro y nosotros tenemos la inmensa suerte de formar parte de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario