jueves, 18 de diciembre de 2014

Pequeña de las dudas infinitas

Le miro la cara y lo veo, tiene miedo. Sonríe pero se le nota en los ojos, que no le acompañan. Lo tengo seguro, siente miedo. Tiene miedo a que las cosas se tuerzan, miedo a que todo cambie. Miedo a que, en algún momento, las cosas buenas dejen de ir tan bien. Miedo a sentir que ya no es ella quien controla su vida, sino que ésta pende de millones de hilos, hilos que otros controlan. Miedo a entregarse a los demás al cien por cien y que los otros no le respondan. Miedo a dar todo lo que tiene y que nadie le dé nada de vuelta.

Tiene miedo a sentirse vulnerable, a sentirse pequeña. Tiene miedo a sufrir, miedo a que le hagan daño, miedo a que le dejen herida, miedo a quedarse sola. Siente miedo al pensar que aquello donde ha ido poniendo todo su trabajo y esfuerzo algún día pueda desaparecer. Miedo a apostar todo al mismo número. Y miedo a perderlo.

Tiene tanto miedo que ya ni siquiera lo disfruta y, aquello que debería hacerle feliz, no le da más que quebraderos de cabeza. Se ha olvidado de que ya tiene todo lo que quería, de que ya lo ha conseguido y, ahora, en vez de aprovecharlo, se siente desprotegida. Es insegura, es nerviosa y es muy miedosa. Le falta confianza y le rodea un mar de dudas.

No sé cómo decirle que debe cambiar. No sé cómo hacerle entender que la vida es eso. Arriesgarse, luchar, soñar y, a veces también, perder. Que las grandes cosas vienen de los saltos al vacío, que a veces hay que andar por el borde del precipicio y que el vértigo nunca es una opción. Que para conseguir grandes cosas hay que apostarlo todo, que las cosas nunca se hacen a medias. Que confíe, que sonría, que nunca se olvide de vivir.


“Pequeña de las dudas infinitas…”



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