Año tras año, siempre que llegaba diciembre y
se acercaba la Navidad, comenzaban a llegar a mi casa muchas postales. Postales
de familia, de amigos, de personas que vivían lejos y nos dedicaban unas
pequeñas frases para desearnos felices fiestas. Me encantaba leer todas, aunque
algunas fueran de amigos de mis padres a quienes ni siquiera conocía. Íbamos colocándolas
conforme iban llegando en un mueble que hay en el comedor y, para Nochebuena, ya
lo teníamos lleno.
Esta es una de las muchas cosas que
convierten la Navidad en algo tan especial. Días en que nos acordamos de la
gente que nos rodea, de gente que vive cerca y de gente que vive lejos, de
personas que vemos todos los días y de personas que no vemos en todo el año. Días
en que deseamos felicidad a la gente que queremos y se la deseamos de todo
corazón, de verdad.
Pero, de la misma manera, año tras año me he
ido dando cuenta de que cada vez iban siendo menos las postales que llegaban a
mi casa. El mueble que antes rebosaba de deseos de felices fiestas y palabras
de esperanza, cada vez iba teniendo más huecos, se iba quedando más vacío. Este
año, por primera vez, no ha llegado ni una sola postal a mi casa. Ni una
felicitación de Navidad escrita a mano, con la foto del portal de Belén a un
lado y la firma de toda la familia al otro. Se acabó, esta tradición también ha
desaparecido.
Ya se ha perdido la costumbre de escribir
postales de Navidad, de llenarlas de bonitos deseos y grandes esperanzas. Va pasando
el tiempo y se nos olvidan muchas cosas. A veces las más sencillas y más
humanas, esas que nos regalan pequeños momentos de felicidad. Esas cosas que
llenan la casa de alegría, que hacen a las personas más especiales. Esas simples
cosas que sacan a toda la gente una sonrisa, que hacen un mundo más bonito. ¿Por
qué siempre las olvidamos?, ¿Por qué aquello que llena de sentido la vida, que
nos hace mejores, acabamos dejándolo de lado?
No podemos olvidarnos de lo que siempre ha
sido la Navidad. No podemos dejar de desear felices fiestas a la gente que
queremos, dejar de acordarnos de los que están lejos. No podemos olvidar lo que
siempre han sido estos días. Quiero postales de Navidad viajando por todo el
mundo, llegando a gente de la que ya parecía que nos habíamos olvidado. Quiero deseos
de felices fiestas a todas horas, quiero palabras de esperanza, quiero
villancicos, belenes y turrón. Quiero la Navidad de siempre. Quiero que, entre
todos los cambios y transformaciones, esto se mantenga.
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