las chispas más pequeñas
No me gusta mucho el mundo en el que vivimos.
Y no hablo del mundo a gran escala, no. No hablo de la corrupción, los
asesinatos, la pobreza o el hambre (cosas que lógicamente tampoco me gustan). En
este caso hablo del mundo a pie de calle. El mundo en el que nos encontramos
día a día, el mundo que protagonizamos, el mundo del que somos actores
principales. Este mundo que nosotros mismos estamos construyendo, el que está
en nuestras manos.
Porque nos quejamos mucho de los grandes
males que las grandes personas crean en este nuestro gran mundo. Pero,
generalmente, no nos damos cuenta de que a pequeña escala, con males más
chiquititos, cosas que se notan menos, nuestro pequeño mundo es igual de
malvado.
El mundo a gran escala va mal, pero a pié de
calle tampoco está mejor. Hablar mal de los demás, aprovecharnos de otros,
quejarnos a todas horas, mirar a la gente por encima del hombro o centrarnos en
nuestra propia vida sin pensar en la de los demás se nos da genial. Vamos,
somos expertos.
Somos más de 7000 millones de habitantes en
el mundo y gente mala hay de sobra, lo que hace falta es gente buena. Muchísima
falta hace. Se necesitan buenas personas. Personas buenas de verdad. Y caes en
un error si te piensas que con la bondad se nace. Las buenas personas no nacen,
las buenas personas se hacen.
Yo, personalmente, necesito en mi pequeño
mundo personas buenas. Personas de esas que no se molestan por hablar mal de
los demás. Personas que son conscientes de que no son perfectas, que saben que
hay gente peor pero también gente mejor, que lo aceptan y que luchan por
superarse. Personas que saben sonreír por encima de todo, que comparten su
alegría aún cuando parece que nada les queda.
Yo necesito a estas buenas personas porque, cuando
me rodeo de ellas, me dan ganas de ser mejor. Cuando alguien me sonríe me
entran ganas de sonreír. Cuando alguien me habla bien de otra persona se me quitan
las ganas de hablar mal. Porque la bondad, la alegría, la humildad, las cosas
buenas de verdad, son contagiosas.
Y así, sonriendo crearemos más sonrisas. Intentando
ser buenos despertaremos ganas en otras personas de ser mejores. Encendiendo pequeñas
chispas en nuestro pequeño mundo crearemos pequeños incendios. Qué más me da a
mí que la gente se aproveche de otros. Bastante me importa si lo que se lleva
es el egoísmo. A mí lo que de verdad me gusta son las buenas personas y yo quiero
ser una de ellas.
Quizás no lleguemos a ser buenas personas hasta
que nos demos cuenta de lo difícil que es intentar ser mejores. Intentar ser
bueno es una continua lucha contra uno mismo. No es fácil pero, aún así, yo voy
a intentar encender mi pequeña chispa. Quizás tú también puedas encender la
tuya. Pequeñas chispas de esperanza que poco a poco van alumbrando el mundo.
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