lunes, 23 de junio de 2014

Aprendiendo

Tras haber dado por finalizada mi primera semana de verano y con la emoción ya un poco más apagada, creo que va siendo momento de hacer balance de este curso. Puede que mi papel como futura maestra influya en mi manera de ver el mundo, quizás por eso soy de la opinión de que la mayor ventaja de poder recordar el pasado es aprender de él. Eso sí, para hacerlo tenemos que pararnos a pensar, mirar las cosas con perspectiva y estar dispuestos a mejorar. A mejorar no para vivir más cómodamente o para aprovechar más el futuro, a mejorar como personas porque, solo entonces, seremos más felices.

Muchas veces cometemos el error de dejar que los años pasen por nosotros y olvidarnos de crecer. No tiene sentido vivir si no sabemos sacar provecho a las cosas que nos pasan y utilizarlas para avanzar. Mirando este curso desde aquí, creo que es el que más he aprendido y más he cambiado. Por eso, ahora, quiero hacer balance.

Lo primero en lo que pienso es en las personas. Este año he aprendido que, conforme vamos creciendo, las grandes cuadrillas se van haciendo más pequeñas pero los verdaderos amigos se hacen más reales. He comprobado que las relaciones personales también maduran y, si merecen la pena, cada año se hacen más fuertes. He aprendido también que las personas no siempre son lo que aparentan y que por eso, antes de esperar algo de ellas, hemos de hacer el esfuerzo de conocerlas, conocerlas de verdad.




Pero si es importante conocer a las personas que nos rodean, aún mucho más lo es conocerse a uno mismo. Este año he tenido la suerte de entender que, si no te conoces ni tú, ¿cómo van a hacerlo los demás? En el fondo es algo tan simple como conocer tus puntos fuertes y tus puntos débiles, las cosas que te gustan y las que no, aquello que se te da bien y aquello que no tanto… Y, con todo eso, tratar de ser mejor.




Ser mejor que, como ya he dicho, no quiere decir tener más éxito o ser más bueno en algo. Ser mejor que sólo tiene sentido cuando detrás le añadimos la palabra persona. En estos últimos meses también he aprendido que intentar ser buena persona a veces es difícil y que no siempre se me da del todo bien, pero que, al final, siempre compensa.

Compensa, como compensa todo lo que al principio es duro y difícil. Este curso he podido comprobar que, aunque trabajar en solitario puede ser más rápido y fácil, como el trabajo en equipo no hay nada. El sentimiento de ser parte de un equipo, de ser una pieza que en el conjunto puede pasar desapercibida pero, a su vez, es totalmente indispensable, es algo muy grande. Este año he aprendido que la satisfacción de conseguir logros, luchando y trabajando con otras personas, es comparable con pocas otras cosas.

También he aprendido que, muchas veces, los problemas sólo existen si queremos que existan, que las cosas siempre son más fáciles de lo que parecen y que, al final, somos las personas quienes las hacemos complicadas. He aprendido que los grandes errores no vienen de las cosas que hacemos, sino de las que no. Porque, de aquellas cosas que hacemos y no salen bien, podemos aprender. Sin embargo, ¿qué pasa con las que nunca llegamos a hacer?

Justo por eso, porque yo siempre he sido una miedosa y he dejado de hacer millones de cosas, a inicios de curso decidí que iba a intentar cambiar. No sé si lo habré conseguido del todo, pero ahora sé que si las personas no salen de su zona de confort nunca alcanzarán sus sueños, ahora sé que a veces tengo que dar un salto al vacío, por mucho miedo que me puedan dar las alturas.




Pero, a pesar de mi intención de cambiar, este año he aprendido que lo más importante de todo es ser uno mismo. Estés donde estés o estés con quien estés, si la gente te quiere, lo hará por lo que eres, nunca por lo que aparentas. Y es que, realmente, aunque pase el tiempo y todo parezca diferente, hay cosas que nunca cambian y personas que siempre están ahí. Personas que me han enseñado que muchas veces las cosas pasan porque tienen que pasar y lo que diferencia su avance es la actitud con la que nos enfrentamos a ellas. Por eso mismo, hacerlo con una sonrisa es siempre un buen comienzo.

Pero no os creáis que esto son sólo palabras bonitas. Detrás de cada lección hay una persona con nombre propio, una situación o una experiencia que yo he vivido este año. Ahora toca avanzar con ellas y dar la bienvenida a una nueva etapa, tres meses de verano en los que disfrutar y de los que seguir aprendiendo.  



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