domingo, 8 de octubre de 2017

Acostumbrarse...

Acostumbrarse a vivir lejos de casa.


Nunca creí que fuera a decirlo, pero sí. Acostumbrarse a ser más independiente, a conocer gente nueva, a viajar un poquito más, a recorrer kilómetros, a llamadas por teléfono y a findes que se aprovechan como si fueran meses.

A amigas que siguen ahí aunque no las veas, a reencuentros esperados, a muchos menos planes, pero a planes más especiales. Acostumbrarse a tener que poner un punto medio y así juntarnos todos en Madrid, aunque hayamos tenido que viajar desde Toledo, Salamanca, Segovia o incluso Pamplona.

A conocer una nueva ciudad como si se tratara de la tuya, a descubrir bares, parques, tiendas y rincones. Acostumbrarse a ver gente nueva, otras caras. A que te pregunten de donde eres, porque se te nota en el acento. A hablar de tu ciudad como nunca habías hablado antes. Acostumbrarse a tener dos casas, a echar de menos ropa cuando estás aquí, porque se te había olvidado que la tenías ahí.

Acostumbrarse a juntarte con las de siempre, pero en sitios nuevos. A conocer sus ciudades, sus nuevas compañías, sus segundas casas. A seguir hablando como si nada hubiera cambiado, aunque ahora todo sea distinto. A recordar tu ciudad cada vez que vives lejos y a contar cosas sobre tu nuevo destino cuando por fin has vuelto a casa.

A hacerte tu vida en un sitio nuevo, a encajar como siempre lo habías hecho, a crear una nueva rutina. Acostumbrarte a que tienes también vida aquí, aunque siempre sea más especial la que has dejado ahí.

A seguir haciendo planes, a continuar creciendo, a ser feliz allá donde estés. Acostumbrarse a disfrutar de todo lo nuevo.


Acostumbrarse…

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