Todos los años escribo en
Navidad. Todos y cada uno…
Este año no va a ser menos,
aunque podría serlo…
Me encanta la Navidad. Siempre me
ha encantado. Pero este año no ha sido un diciembre fácil y mi espíritu
navideño todavía no ha aparecido…
Todos los años ponemos el belén y
el árbol en casa, mi madre pone el belén y mi hermano y yo el árbol. Este año
el belén está puesto, pero el árbol sigue guardado. Todos los años escucho
villancicos y este año no sé si todavía he escuchado alguno. Todos los años mando
postales por Navidad y este año no habría mandado ninguna si no llega a ser por
dos personillas que me echaron la bronca el otro día y me obligaron a correr a
correos a última hora y esperar a ver si por suerte las postales llegaban a su
destino a tiempo.
Pero independientemente de si mi
espíritu navideño aparece o no, ha llegado el día veinticinco, como todos los
años. Yo que siempre he sido tan navideña, me doy cuenta de que no tienen que
ser unas fechas bonitas para todo el mundo. Mis problemas son mínimos
comparados con los grandes problemas del mundo pero, sólo con un pequeño giro
de las cosas más simples, mis ganas de fiestas, familia, villancicos y postales
han disminuido.
El año 2013 me pasé mis
vacaciones de Navidad estudiando. El año 2014 me fui de viaje lejos de casa por
primera vez en Navidad. El año 2015 tuve que pasar las navidades en el hospital
con mi abuelo y el año pasado, por primera vez, volví de lejos en estas fechas
para pasar la Navidad junto a mi familia.
Cada año es una historia, cada
año es diferente. Pero, pase lo que pase, las navidades nunca dejan de ser
especiales… Hoy, que no me apetecen tanto como otros años, me estaba
preguntando por qué me gustan tanto, qué tienen las navidades que siempre han
sido mis fiestas favoritas…
Para mí la Navidad es volver a
ver a toda mi familia, grandes cenas y comidas, con mucha gente, con todos los
nuestros. Es juntarme con mis amigas, con las que estudian lejos o trabajan
lejos y vuelven a casa. Es volver a ponernos al día, enterarnos de todo lo que
nos ha pasado desde septiembre, cuando nos juntamos todas por última vez. Es
mandar postales y esperar esos mensajes de sorpresa cuando, al abrir el buzón,
alguien ha encontrado una de mis cartas. Es escuchar villancicos, coger la
guitarra y cantarlos, ver a mis abuelos dando palmas, a mi tía tocar la
pandereta y a mi padre sonreír, porque lo de cantar no le va tanto. Es dormir
con mi prima, en la cama de al lado, acostarnos con ataques de risa y, a la
mañana siguiente, desayunar chocolate caliente en dos turnos, porque todos no cabemos
en la mesa.
Navidad es levantarme todos los
días esperando ver nieve y que nunca suceda. Navidad es salir a dar paseos de
noche para ver las luces y los adornos por las calles. Es quedarme en casa
viendo películas navideñas e invitar a mis amigas. Es pasar diez días en casa,
sin prisas porque de momento no tengo que volver a irme, sin maletas por
deshacer, sin acumular planes para que me de tiempo a ver a todo el mundo antes
de irme…
Las navidades son demasiado
sencillas como para complicarlas, ese es su misterio. El misterio de un niño
naciendo en un portal. Algo tan sencillo, tan humilde y tan fácil. Este año no
pienso olvidarme de esto, que lo más grande, hoy, se hace pequeño.
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